Durante el encierro por el COVID-19 ni siquiera los santos salieron a peregrinar. La tele-presencia fue durante dos años un realidad universal: las aulas se trasladaron a las pantallas y la fiesta tuvo lugar en los sitios web. Para los artistas, la casa se convirtió en taller y los recursos para producir obra fueron escasos. Cuando llegó la semana santa trabajé como pude, saqué un pequeño plotter del closet, recorté libros de arte y congregué a los santos en collages inspirados por la interfaz de HouseParty, una de las primeras startups que aparecieron para hacer video encuentros durante la pandemia. Bebimos, jugamos y escuchamos música del apocalipsis mientras el mundo colapsaba; los termómetros indicaron que teníamos fiebre: fue algo memorable pero fue aburrido, fue virtual.​​​​

​

***

​

During the COVID-19 lockdown, not even the saints went out on pilgrimage. For two years, telepresence was a universal attribute: classrooms moved to screens and the party took place on websites. For artists, the house became the studio, and materials to produce work were scarce. When Easter came, I worked as best as I could, I took a small plotter out of the closet, I cut out art books, and I met with the saints at HouseParty. We drank, played games, and listened to apocalypse music as the world collapsed; the thermometers indicated that we had a fever: it was something memorable but it was boring, it was virtual.